El miedo a la pérdida de afecto

Nota para el diario MDZ Online: Acceder a la nota original.

La felicidad no es algo que se alcanza por determinados objetivos. La felicidad es ponerse en camino, es la capacidad de interpretar los hechos de la propia existencia con una mirada positiva, aprendiendo a reconocer los errores. No es una meta en sí misma, está relacionada con el desarrollo de un profundo sentimiento de gratitud por las pequeñas cosas de la vida. Cuando los hijos entran en la adolescencia pareciera que se pierde de vista este objetivo tan sublime y universal.

Recordemos que la adolescencia es una etapa de profundos cambios internos y externos que necesitan su tiempo. Es un proceso de diferenciación de los padres, una búsqueda y encuentro con uno mismo. Este momento de cambios los adultos-padres entran en una etapa de confusión frente a su rol y función. El miedo se hace presente, y se refleja claramente ante la falta de límites. Surgen infinidad de preguntas, la posición frente al adolescente comienza su camino de transición. Sin embargo, esta con-fusión muchas veces no permite distinguir el lugar de cada uno, la crisis se manifiesta en desencuentro, confrontaciones, enojos, sorpresas y un vendaval emocional que genera un gran desconcierto.

¿Cuál es el límite entre confianza y abandono?

Si la confianza es dar crédito a otro, es tener fe en sus capacidades, en sus reacciones y en su manejo frente a las situaciones que se le van presentando; y el abandono es dejar al otro, sin medir sus posibilidades, la diferencia es clara. El planteo surge cuando los padres declaran que los hijos “saben”, “ya son grandes”. De esta creencia surge una apacible tranquilidad, consecuencia del mecanismo de negación. Negación de la realidad, del espacio que queda vacío y de la incomprensión de que sus hijos están en pleno proceso de hacerse mayores.

siempre acompasado que requiere de mucha observación y presencia. La pérdida de afecto la viven los hijos al encontrarse “solos”, cuando los padres desaparecen de escena, esa vivencia despierta un enorme vacío y soledad.

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