Cómo afrontar un duelo y salir fortalecido

Nota para el diario MDZ Online: ver nota original

Se esfumó, casi como por arte de magia, la materialización de un sueño se hizo humo. Las cenizas solo dejaron el rastro de aquellos días de esfuerzos, de risas, de posibilidades compartidas. Y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, todo desapareció. La impotencia se hizo presente, las preguntas sin respuestas, las fotos de una historia que rápidamente llegaron a su fin. El dolor se apoderó del instante por la pérdida de las ilusiones, la imaginación se quedó sin objetos con quien jugar, todo se volvió oscuro y sin sentido.

La señal está clara, quedó el tiempo vivido, los amigos siempre presentes, los mates compartidos, las noches de luna, el cuerpo dolido por un proyecto. Ese proyecto que hoy ya no está pero que de apoco se irá transformando en otro. Porque la vida sigue,
como el ave Fénix se resurge de las cenizas, porque lo esencial no se perdió, se fortaleció la unión, las ganas de seguir.

Hasta aquí la crónica, cada persona atraviesa las situaciones de pérdida de diferentes maneras y, como dice Marcel Proust, “sólo sanamos de un dolor cuando lo padecemos plenamente”. Animarse a padecer ese dolor implica transitar y procesar esa pérdida, hacer un duelo es aprender aceptar y convivir con la ausencia de aquello que ya no volverá. Ese espacio de acomodación y aceptación a la nueva situación lleva tiempo. Un tiempo de desconcierto, de parálisis, de enojo, frustración, un sinfín de emociones que como una montaña rusa nos va envolviendo en el día a día.

El esfuerzo psíquico por negar el dolor trae aparejado una serie de síntomas que se manifiestan en el orden emocional, físico y mental. No hay una forma de atravesar un duelo, las pérdidas, cada uno tiene que encontrar su manera, sin embargo, es fundamental comprender que estas vivencias son parte del camino. Algunas sugerencias pueden ayudar, darse tiempo para vivenciar las emociones que van surgiendo, compartirlas, darse momentos de silencio, observar la naturaleza y sobre todo re-cordar (que significa pasar por el corazón) aquello que solo nos queda, los buenos momentos, lo compartido, y que finalmente la Vida y el tiempo traerá las respuestas.

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