A primera vista parece una contradicción, inevitablemente asociamos la estabilidad con algo estático, y lo dinámico con el movimiento.
Muchas veces en la vida nos pasamos buscando estabilidad en todos los órdenes, económico, afectivo, vincular, en el inconsciente imaginario asociamos estabilidad con seguridad. Y en este punto quedamos atrapados en la ilusión del control sobre los acontecimientos de nuestra vida.
Cuando surgen situaciones de crisis, tendemos en algunas oportunidades a poner la responsabilidad en el afuera. La inestabilidad se hace presente. Sin embargo, el ser humano es dinámico por naturaleza, estamos en continuo cambio y movimiento.
Muchas veces es tan sutil, que no logramos percibirlo con claridad, hasta que se hace evidente, ante el dolor, la angustia, la ansiedad y el conflicto. El movimiento interno se acelera y la estabilidad se quebranta.
Aquí la contradicción, estabilidad dinámica, comienza a desaparecer si logramos comprender que podemos encontrar estabilidad en el movimiento. Las imágenes nos sirven para entender, si observamos que sucede cuando un niño se sube por primera vez a una tabla que se encuentra en el agua, vemos que va realizando movimiento con su cuerpo buscando la estabilidad, estira sus brazos, se inclina hacia adelante, flexiona las rodillas y en un principio busca sostenerse de aquel que esta a su lado. La tabla se mueve, poco a poco va encontrando “el punto”, su punto de estabilidad.
Quizá esta imagen nos sirva para ir encontrando cada uno su “punto” interno de estabilidad, en la dinámica de la propia vida. Este proceso requiere flexibilidad, concentración, puntos de apoyo claros y sobre todo confianza. Cuando comprendemos que la seguridad no está en el afuera, salimos del estado de parálisis, el movimiento comienza a acompasarse con el ritmo de la Vida y en ese juego vamos aprendiendo acompañar las situaciones difíciles que a cada uno le toquen transitar.
