La amabilidad

Hay actitudes que se aprenden desde muy pequeños, frases como “muchas gracias”, “de nada”, “por favor”, “buenos días” se han perdido en la vorágine de los últimos tiempos. Esta manera de relacionarnos con los otros, implica poner el cuerpo, mirar a los ojos, sonreír, abrir los sentidos, tener una actitud corporal de apertura, escucha, y tiempo. La base de estas cualidades es la amabilidad.

Esta palabra proviene del latín amabilitas, compuesta por la palabra latina amor y los sufijos bilis y tas que expresan respectivamente cualidad y condición. Por lo tanto, una persona amable es aquella que es fácil de amar, querer y apreciar.

Esta capacidad se aprende en los primeros vínculos, en el modo que nos vinculamos y relacionamos. En la actualidad, muchas veces el uso de los dispositivos (celulares, computadoras) crea una barrera en la expresión corporal de la amabilidad. Nos transformamos en islas conectadas por un intermediario.

Sin embargo, hoy la neurociencia nos muestra que esta capacidad se puede re-aprender comenzando por ser amables con nosotros mismos. Esta labor trae grandes beneficios en todos los niveles, corporal, afectivo, mental y espiritual. De esta manera podremos recuperar esta capacidad que nos permite vincularnos desde una mirada amorosa para ser más compasivos, respetuosos y humanos.

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