La vida es un camino, un transitar con ritmo propio, con pausas y aceleraciones, con luces y sombras, con alegrías y tristezas. Un sinfín de senderos, donde solo caminando se va reconociendo el propio.
En el camino se van entrecruzando diferentes personas, situaciones, experiencias que nos enriquecen y también enriquecemos. Mientras tanto el tiempo va pasando casi de manera imperceptible. Y de pronto tomamos conciencia que la nada y el todo se unen en una dinámica casi mística. La vida nos interpela a cada paso, a cada instante. Sólo el proceso es el que permite reconocer lo dado y lo recibido. Y el aprendizaje continuo sin tiempo, dándonos la oportunidad de crecer, de re- conocer lo aprendido y así la espiral ascendente continua.
Hay momentos en que detenernos nos ayuda a volver a la esencia, a repreguntarnos sobre los misterios de la vida a seguir abriendo a nuevas preguntas.
El objetivo no es llegar, es caminar y como dice el poeta “caminante no hay camino se hace camino al andar”. Preguntarnos por nuestro andar es uno de los pasos para poder ser consciente del nuestro. La búsqueda se transforma en un recorrer ,al paso propio, aquello que surge de lo más hondo de cada uno.
Escuchar que surge de nuestro interior nos lleva al camino del a-sombro, de las sorpresas que la vida nos tiene preparadas, quizá sólo se trate confiar en el camino y en cada uno de nosotros.
