Veo, Veo… ¿Cómo nos ven?

Cuando jugamos al veo, veo, tratamos de describir el color de  aquel objeto que esperamos sea adivinado, lo miramos al detalle tratando que los que participan no se den cuenta.

Algo similar ocurre con nuestros hijos, en especial los adolescentes. 

En la actualidad son el tema y la preocupación del momento. Sin embargo, quisiera que el tema no se vuelva a centrar en ellos, sino en darnos unos minutos para reflexionar sobre nosotros, “los adultos”, “padres de adolescentes” y empezar por preguntarnos ¿Cómo nos ven?

En esta época del año, donde los balances, las reuniones, las despedidas invaden nuestras tareas cotidianas, como si el mundo terminara, creo que es importante detenernos un momento; en especial teniendo en cuenta que además se acercan  las vacaciones. 

Cuando un adolescente, con todas sus características entra en la adolescencia se producen un sin número de cambios en la familia. La dinámica familiar se modifica, entra también en crisis. 

Recordemos que cuando hacemos referencia a las crisis estamos hablando de cambios y los cambios son riesgos y oportunidades. 

Es aquí donde quiero que nos detengamos. Estamos hablando de dos etapas de la vida, propias de todo ser humano, que se entrecruzan. Esta es la gran oportunidad para acompañarlos en el camino hacia la madurez. Pero ocurre que repentinamente nos encontramos con “adultos” que también están en crisis, casi cuestionándose lo mismo. Y es aquí que debemos recordar que los niños, los adolescentes y los jóvenes nos están mirando. ¿Pensamos alguna vez que es lo que ven? ¿Qué les mostramos del mundo de los adultos? ¿Tiene relación lo que les decimos con lo que hacemos y sentimos?

En una sociedad cada vez más disociada, donde los mensajes confunden, porque se fusionan –con, la velocidad y la rapidez, no nos damos cuenta que somos referentes (aunque no nos lo propongamos).

El ser adulto implica entrar en una etapa de la vida con riquísimas posibilidades y fundamentalmente como diría Erickson es la etapa de la generatividad , es decir , el momento para procesar la experiencia vivida y trasmitir a las generaciones que vienen mensajes claros, esperanzadores.

Esta es nuestra oportunidad, pero también corremos el riesgo de quedarnos estancados , paralizados frente a los cambios y es en ese instante donde perdemos el rumbo como adultos, y comenzamos a dudar . Esta sensación interna de con-fusión nos lleva a mirar para afuera y poner la mirada en lo que ya no esta, y en muchos casos es donde se idealiza la “eterna juventud”.

Los jóvenes nos miran. Es por tal motivo que en este tiempo de balance, comencemos por hacernos estas preguntas, más allá de los aciertos y desaciertos que hayamos tenido hasta ahora. Lo importante es que los jóvenes  puedan ver adultos comprometidos, capaces de sostener un proyecto, y en especial un proyecto de vida. No les tengamos miedo a las dificultades, son parte del crecimiento, siempre se puede aprender, pero para ello es fundamental, detenernos, escucharnos y comprender que la vida es un camino y que cada etapa tiene un misterio para descubrir.

Los jóvenes nos miran y están pidiendo a gritos que cada uno ocupe el lugar que realmente le corresponde en la vida.

Quizá este sea un buen planteo para comenzar el año y en este tiempo, descubramos un valor fundamental que surge de esta etapa el cuidado y el respeto por el otro, es decir por aquel que comienza a transitar su camino de la vida, para que realmente sientan que no están solos y que vale la pena crecer. 

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