El inicio del año es una invitación al descanso, los días cambian su ritmo, las calles se encuentran casi vacías, los sonidos de la naturaleza cobran fuerza ante el silencio del alrededor.
Sin embargo, parar no es fácil, muchas veces la inercia de las actividades no nos permite detenernos, internamente seguimos dando vueltas. La pregunta que surge es entonces ¿cómo descansar? Ya Hermann Hesse en su libro “El arte del Ocio” nos va dando señales de la importancia de desarrollar este arte. El arte es la capacidad de manifestar a través de una actividad aquello que uno imagina, relaciona, vincula con diferentes recursos, lingüísticos, sonoros, plásticos. Para Hesse los artistas son “todos aquellos que tienen la necesidad de sentirse vivir y crecer a sí mismos, que necesitan ser conscientes de sus propias energías (..:) desde siempre han tenido necesidad del ocio temporal para poner en claro lo recién adquirido, para que madure lo que opera en inconsciencia…”
Es interesante observar como esta mirada nos demuestra que todos somos artistas de nuestra propia vida. Darnos ese tiempo de ocio, que al decir de Pipper es lo contrario al negocio, ese dejar de producir hacia afuera y darnos tiempo para entrar en nuestro interior.
Este camino cuenta con tres pasos, el primera el descanso espiritual, hacer una pausa para hacer silencio, entrando de a poco en nuestro templo interior. El segundo permitirnos hacernos aquellas preguntas esenciales. ¿Cuál es el sentido de aquello que hacemos? Y en relación con el sentido la pregunta ¿para qué? puede ayudarnos. Entrar por esta puerta puede guiarnos hacia la intimidad de lo realizado, contemplando el camino recorrido.
Para luego volver a nuestra cotidianeidad y dar el tercer paso, compartir y celebrar con la comunidad la Vida desde una mirada compasiva.
Y en ese dar y recibir vamos desarrollando el arte de comprender que el descanso y el ocio son necesarios para descubrir nuevos caminos.