La tristeza es una emoción humana universal que todos experimentamos en algún momento de nuestras vidas, es ese sentimiento que muchas veces nos toma, cambiando el color del día, aquietando nuestro andar y como dice Bachrach en su frase, pacificando. Y aquí surgen varias preguntas ¿qué es lo que pacifica? ¿Por qué nos cuesta atravesarla? ¿Cuál es su función? Los invito a que tratemos de ir respondiendo cada uno a estas preguntas.
La tristeza surge ante situaciones de pérdidas, frustraciones, fracasos. Aparece en esos instantes donde quedamos paralizados sin saber que hacer. Y es en ese momento donde la tristeza pacifica el ruido interno que nos aleja de aquello que nos está sucediendo. Cuando estamos tristes, nos sentimos abrumados por nuestros pensamientos y emociones. La tristeza nos invita a detenernos, a observar en nuestro interior, a reflexionar sobre lo que nos está pasando. Este proceso de reflexión nos ayuda a comprender nuestras emociones, a aceptarlas y a encontrarle sentido a lo que nos está sucediendo.
La tristeza tiene una función importante en nuestra vida. Nos permite conectarnos con el dolor, reconocer nuestras pérdidas y aceptar nuestros límites. Hay momentos de incertidumbre que requieren tiempo, que no siempre las situaciones son como nosotros queremos, que forzar las cosas muchas veces las quiebra. Nos cuesta atravesar la tristeza porque es una emoción incómoda. Nos hace sentir dolor, impotencia y soledad. Es una emoción que nos recuerda que la vida no siempre es fácil. Por eso, muchas veces preferimos evitarla, tratando de distraernos o taparla con otras emociones, como la ira o la ansiedad.
Aprender a reconocerla, habitar la tristeza es importante para no ocultar un estado interno que nos está preparando para algo nuevo.
Y como dice Rumi: “La tristeza te prepara para la alegría. Violentamente arrastra todo fuera de tu casa, para que una nueva alegría pueda encontrar espacio para entrar”.