Acompañar a la distancia

El cuerpo habla, pide, reclama. El dolor se hace presente y va tomando cada parte, cada fibra del cuerpo de una manera lenta y constante. Casi de manera imperceptible todo cambia. Aparece el temor en todas sus formas, preguntas sin respuestas. Dolores sin sentido. Y quizá lo más difícil, la distancia, ese espacio entre unos y otros, esa distancia de los afectos que genera un enorme vacío que nada puede llenar.

La necesidad de contacto se hace tangible, esa caricia suave que transmite aliento, esa mirada profunda que expresa más que mil palabras. Eso, que sólo la distancia obligada nos recuerda con nostalgia.

La realidad nos convoca a recordar lo esencial, aquello que como un tapiz misterioso entrelaza hilos invisibles de afecto, de ternura, de presencia.

¿Cómo acompañarnos en este espacio? La creatividad nos impulsa a desarrollar los sentidos. El tacto, ese sentido tan sensible al otro, pareciera que hoy, se tomó vacaciones y dio espacio para que el oído se afine al escuchar las palabras. Y la vista para desplegar imágenes y compartirlas. Un sinfín de posibilidades fueron surgiendo para comunicarle a otro: ¡Aquí estoy! ¡No estas solo!

¡Cuánto nos necesitamos, cuánto para expresar!

El desafío es acortar la distancia, lograr que el Otro sienta que estamos. Sentir que el Otro está. Sólo en esta común-unión en la distancia seremos capaces de reencontrarnos. Valorando en cada vínculo cuanto necesitamos para seguir aprendiendo unos de otros.

Volver arriba