En los últimos meses del año, comenzó a percibirse un aire diferente. Durante muchos meses el encierro, la incertidumbre y el miedo se apoderaron de cada persona de una manera diferente. Las actitudes y conductas fueron variando hasta llegar a negar, que el mundo está en un proceso de cambio. El foco se puso sobre las generaciones más jóvenes como responsables, de la nueva ola. Sin embargo, nuevamente son el chivo expiatorio de la negación del conjunto.
Los jóvenes simplemente hacen más ruido, manifiestan, expresan. Aquí surge la pregunta ¿qué están expresando? Quizá sea el temor a lo desconocido, a no comprender cuáles son las nuevas formas de vincularse, de trabajar, de ocio y diversión. El temor, es un sentimiento que muchas veces paraliza, sin embargo, me gustaría profundizar en otro aspecto. El temor puede ayudar a detenernos sin paralizarnos, es una oportunidad. El mundo esta transitando un nuevo paradigma. Lo conocido pareciera que comenzó a derrumbarse, lo establecido, como arena movediza se va escurriendo y la inseguridad se manifiesta resistiendo.
El desafío es no perder la calma. Confiar. La confianza es la base para la configuración interna, como diría Erickson, esa confianza básica que permite desarrollar la matriz psicológica.
La confianza también relacionada al Otro, a darle crédito, a creer. La confianza en los vínculos, aquellos que nos acompañan e impulsan a sacar la mejor versión.
El cambio de rumbo no es fácil, mantener la calma en el medio de la tormenta, tampoco. Sólo la confianza en cada uno y en el otro permitirá ir desplegando lo nuevo. Es tiempo de confiar, el ser humano a lo largo de la historia atravesó infinidad de cambios. Hoy nos toca ayudarnos entre todos. Dejar de resistir quizá permita confiar en el proceso. Cada uno desde su lugar. Hoy más que nunca todos nos necesitamos. No perdamos esta oportunidad.
